Vivencias jacobeas




     Por el Camino de Santiago el peregrino
va gastando la fuerza almacenada
no le importa el sudor que lleva a cuestas
ni si es hora de ocaso o madrugada.

     Quiere acercarse, por que la sed le impulsa
a beber de la fuente mas preciada
allí, donde sus pasos lleguen
subiendo la escalera estrecha y empinada.

     Por que es allí, donde tiene su meta,
quizás el ancho mar atrás quedara,
la familia, amigos y negocios
¡Con todo pudo la fuerza de sus ansias!

   Y al volver ¡Cuantos sueños!
¡Cuantos momentos vividos y nostalgias!
colmados todos con las nuevas ganas
de seguir repitiendo estas hazañas.

     Porque la Ruta Jacobea tiene
el sabor de la crema azucarada,
historias que siempre se recuerdan;
 amistad y vivencia inolvidable. 

     Montañas altas de cumbres borrascosas,
páramos que no acaban, cubiertos por la escarcha,
rios bravios que con su fuerza bruta
arrastran barandillas y pilastras.

     Y a esa gentes, amigos de quien llega
con paso lento asido a larga vara
buscando donde quitarse el barro,
y el sudor, con agua tibia y clara.

     Y un lugar, donde dejar su cuerpo
porque hoy acaso fue, dura la caminada
y mañana de nuevo hay que seguir,
comenzar y acabar otra jornada.

     Así se va escribiendo esta bonita historia
por peregrinos, que con alma sana,
van surcando la senda jacobea
marcándola con huellas de sandalias.

     Como olímpicos que enarbolan su tea,
manteniendo viva su llamarada,
superan cuanto tienen delante
nunca pensando en recibir medalla.

     Y sin pedir por ello nada a cambio
porque ya ven de sobra superada
la recompensa que les produce el ver
la vida de la ruta milenaria.

     Vieja ruta, curtida por el frio,
por el sol, por la lluvia y por la escarcha
querida y recordadda por viajeros
que quieren con afán, hacer su marcha.


                @ Germán Herranz Rillo





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