Soledad en la
llanura
y en lo alto de la sierra,
hay soledad y silencio
al fondo de la pradera.
No se escucha al
labrador,
ni al leñador hacer leña,
ni al zagal con sus ovejas,
ni al cazador su escopeta.
Sólo se escucha el
silencio
por estas desnudas tierras
las que llevan con razón
el nombre de Paramera.
Las que han sabido
parir
a gentes sanas y enteras,
trabajadoras, sufridas,
como nunca las hubiera.
Gentes que tienen
curtida
la piel por la polvareda,
por la lluvia y por el frío
y ese sol que a veces pega.
Gentes que un dia
se fueron
en busca de nuevas metas
pero está aquí su terruño
y volverán cuando puedan.
Y si llega la
ocasión
de decir donde nacieran,
dicen con satisfacción
"Somos gente molinesa"
De Molina de Aragón
donde la paz es entera,
donde se cruzan caminos,
donde un castillo es emblema.
Gentes que con su
marchar
dejaron esto en tinieblas
cansados ya de escuchar
muchas y buenas promesas.
Se callaron las
campanas
y el crujir de las carretas,
el silbar de los zagales
y el aventar en las eras.
Ya no rasgan las
guitarras
el silencio que rompieran
cuando en horas de descanso
rondaban a las doncellas.
¿Y los niños que en
hilera
salian de las escuelas?
ellos, en viaje de ida
dieron silencio a esta tierra.
Se han borrado los
caminos,
los atajos y las sendas,
ya nadie limpia las fuentes,
se hundieron las parideras.
Que sola te estás
quedando
mi querida Paramera,
tus hijos por todo el mundo
cada instante te recuerdan.
Y quieren estar
contigo
sea el momento que sea,
en los meses de verano
o cuando el invierno aprieta.
Recordar tiempos
pasados
atravesando tus sexmas
El Campo, El Sabinar,
El Pedregal y La Sierra.
Pamplona,
Octubre de 1.991
Germán Herranz
Rillo
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